¿Cómo elijo al ilustrador o ilustradora perfecto para mi obra?
¿Cómo saber qué ilustrador es el adecuado para mi libro?
Enrique Carlos Martín ilustrador con varios libros publicados en su haber, ha accedido a hacer este artículo para los seguidores del blog de Apublicar. Le he pedido un par de cosas aparentemente sencillas, pero que son la causa de muchos quebraderos de cabeza. La ilustración no es sólo para una novela gráfica o un libro infantil, la ilustración tiene muchas más posibilidades que a veces no se aprovechan por desconocimiento.
Ahora entrando en faena quiero mostrar la experiencia y opinión de Enrique Carlos ¿Qué consejo darías a los escritores acerca de la ilustración?
Yo llevo muchos años ilustrando. Es lo que tiene ser ilustrador. Pero hete aquí que también escribo. Cosas de la vida.
Y tú me dirás, “¿pues entonces, para qué te vas a preguntar esto? Te ilustras tú y punto, ¿no?”.
Y yo te respondo, como si me apellidara Ozores, “¡no hija, no!”
Bueno, sí.
Pero no.
A ver, no se me amontonen, que lo explico.
Hasta ahora me he ilustrado yo mis libros a mí mismo, mismamente. Cierto. Pero me he planteado más de una vez buscar ilustrador.
Como ilustrador, tengo unos registros concretos. Puedo, a base de profesión, intentar emular otros, pero nunca darán el mismo resultado.
Por mucho que yo quiera, no me saldrá ni a tiros la personalísima visión realista de Abel Ippólito, o la elegancia gráfica de José Luis Ágreda. No podría ni por asomo conseguir el hiperrealismo de Albo López ni la pintura emocional de Patricia Metola.
Mi trabajo, pulido a lo largo de años de encargos y horas de divertimento personal (todo hay que decirlo), me ha llevado a conformar un estilo, un abanico gráfico y un lenguaje personal del que difícilmente puedo salir. O mejor dicho, puedo franquear sus fronteras, pero siempre se notará que soy extranjero en esa nueva tierra.
Y entonces voy, y escribo algo que no se encuentra en ese círculo que manejo como ilustrador.
Pero… ¿cómo sé que mi dibujo no es el adecuado para mi texto?
Ven. Demos un paso atrás para contemplar el asunto. Cuidado, no me pises.
Hay obras con trasfondo realista y crudo, para adultos, que se han dibujado con ilustraciones que valdrían para un público infantil, y funciona. Por poner un ejemplo, ahí está: “Maus” de Art Spiegelman, premio Pulitzer en 1992.
No hay que acudir a un estilo realista y barroco para tratar conceptos filosóficos o escritos clásicos, como demuestra, por ejemplo, el gran Max, capaz de simplificar de manera envidiable.
Podemos encontrar humor en dibujos para obras literarias que se podrían calificar como “serias”, como el que trasmite el inefable Carlos Nine.
No parece haber nada que limite la ilustración para cualquier obra escrita, sea para el público que sea (infantil, juvenil o adulto) ni al género que se circunscriba (noir, cifi, terror, histórico, romántico…). Podemos encontrarnos ejemplos extraordinarios a patadas, aunque recomiendo que se haga de forma más civilizada.
Colores brillantes para textos oscuros, geometrías para explicar las emociones, manchas pictóricas para obras de no ficción…
Y después de todo esto, ya sé lo que pensarás: “¡vale, tío, vaya brasa me estás dando! ¡Todo para decirme cómo saber si encaja o no el dibujito de marras!”
Vale, pues tú, fuera de esta lectura.
Tú, la que no protestas, quédate que eres un encanto.
¿Entonces? ¿Si “todo vale”, qué criterio podemos seguir para decir que tal ilustración no encaja con tal texto? (es lo mismo que ha dicho el expulsado, solo que con educación).
Tenemos varios aspectos que podemos plantearnos. Te cuento un par.
Por un lado, el público lector al que queremos llegar.
Si bien es cierto que se hace de todo y no se puede hablar de limitaciones para la ilustración, también es cierto que podría ser que a tu posible público no le atraiga determinadas trasgresiones.
O al contrario.
Ahí lo dejo.
De momento.
Porque, por otro lado, está lo que aporta la ilustración al texto.
Una ilustración puede acompañar al texto sintonizando con su estilo, forma y fondo. Será algo así como una ayuda visual. Sitúa, amplía, comenta gráficamente. Un agradable colega de viaje.
También, puede provocar una ruptura. Un cambio de sentido del camino que toma el texto. Es una visión personal del artista ilustrador sobre los conceptos que maneja la obra escrita, que da al libro una nueva dimensión. Plantea preguntas, obliga a otros puntos de vista. Aporta a otro nivel.
En casos puntuales podemos encontrarnos, incluso, que el texto sin la ilustración no se podría comprender. Y al contrario. Aquí letra y dibujo forman partes forzosamente complementarias en la obra. Los artistas (escritor e ilustrador) no sólo trabajan al mismo nivel, sino que completan la obra de forma indefectible.
¿Mi recomendación para decidirte por un ilustrador o tipo de ilustración para tu libro?: busca ejemplos de ilustraciones que te atraigan (por ejemplo en librerías, bibliotecas o encomiéndate a San Internet), dale vueltas a estas reflexiones, piensa qué querría ver tu público lector y qué te gustaría a ti que aportara la ilustración al texto. Y charla sobre ello con los ilustradores que contactes. Que no muerden, mujer (la mayoría).
Aunque para esta incógnita siempre tendrás una brújula a mano, que yo te animo a seguir si te atreves.
Escucha lo que te dice tu corazón.
(nota: sí, es una frase de uno de los personajes de la peli de los Coen, “Muerte entre las flores”, me he dado cuenta después. Pero me ha quedado mono, así que no la quito).
Si te apetece saber más del tema, échale un ojo con el resto del cuerpo incluido a este artículo. Espero que te sirva. ^___^
https://enriquecarlosautor.com/claves-para-encargar-ilustraciones/
Y si ya sabes qué ilustrador es adecuado para tu libro, y te apetece contármelo, no te cortes. Así hacemos comunidad. ^__^
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