Descripción
(…) Cuando el amor, el que emana de la verdad
envuelve el alma,
se acaba la búsqueda,
el universo se hace camino
y desaparecen las sombras de la noche (…)
Luis Brenes Quesada (Autor)
… Mi nombre es Luis Brenes Quesada, y quizás y solo quizás, y quién sabe cómo, cuándo o el porqué, un día de eclécticos recuerdos dejé de tener biografía, o al menos una que de una forma definida pudiera definir definitivamente quién soy…, pues lo que siento ahora es que nunca estuve en ningún lugar que no fuera este, en este momento y ahora, mientras lees lo que respiro, todo lo demás podría no ser cierto.
Soy lo que soy solo cuando me estás viendo, oyendo o leyéndome, una sombra más tarde, lo que fui ya queda muy lejos.
La verdad acerca de mí, nadie incluso yo, sabrá jamás en que vertiginosa ironía se integró, cual fue la razón o su causa y donde ocurrió todo.
Mi actual biografía o algo que se le pudiera parecer, es la que prescribe y recita el homicidio voluntario de este libro, un poemario de delirios laberínticos que huye del intento, por otro lado siempre frustrado, de querer inventar nada, de convencer a nadie, susceptible o no de ser convencido, de hacer cambiar de idea, circunstancia o sospecha alguna absolutamente a nadie…, e incluso de convencerme a mí mismo de ser objeto de cambio o transformación hacia algo o alguien en particular…
Mis poemas carecen de objetivo alguno o meta que se precie significativa, son una especie de papel pintado en glaucos y lanzado al viento, sin venideros a los que acudir o pasados que ofrecer, insolencias que aprovechar o vidas que inferir.
Solamente atrévete, osa la efeméride a una posible discordia de los enseres de piel y sumerge algo de ti a lo anónimo, y luego…, luego olvida, quédate un ratito a mi lado…, y regresa, sal de mí en estampida y quizás justo ahí nos hayamos encontrado… Tan solo a dos millas de ese inhóspito lugar tendremos la probabilidad de hallar el eslabón perdido, o simplemente descubrir su propia quimera.
Mi gran satisfacción al irme de estas latinas longitudes será intuir, al menos de una leve brisa en la memoria, que en alguna remota y desaparecida estancia del universo, en algún mínimo rincón de la conciencia, en un quizás inaudito cruce de caminos, alguno de mis poemas creó un chasquido quebrantado de huesos en tu interior, una benigna llama de hoguera que amamantara una esperanza.
Y no importa que pasen siglos hasta que esto suceda, yo estaré esperando. Hasta entonces, buen viaje…
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